Damos por sentado que las personas nos comunicamos a través de las palabras. Lo que decimos, y las palabras que utilizamos para ello, van creando y dando forma a las relaciones interpersonales junto a las acciones.
Ver desde fuera cómo dos personas se hablan suele ser un genial indicativo de qué tipo de relación o cómo se encuentran la una en relación a la otra.
Pero hay otro tipo de comunicación mucho más inconsciente, incontrolable y espontánea que puede darnos infinitamente más pistas. Se trata del lenguaje corporal, la comunicación inconsciente.
Veamos cuáles son los indicativos, tanto positivos como negativos, que puedes tener en cuenta en este sentido a la hora de evaluar la posible relación existente entre personas.
La armonía de sus gestos y expresiones
Dos personas que tienen una convivencia positiva o mínimamente validada tendrán siempre la tendencia de armonizar, imitar, literalmente copiar un gran número de ítems: desde palabras a entonaciones, gestos, expresiones, corporalidades,…
Las neuronas responsables son las conscientes de crear un efecto imitación inconsciente en nosotros que nos lleva a armonizar todos estos elementos con otras personas.
Cuando puede observarse con facilidad desde fuera que dos o más personas tienen una corporalidad, gestualidad o manera de moverse relativamente armonizada, suele ser un indicativo positivo.
A la vez, hablará a favor de la relación que tienen las personas si a nivel de expresión emocional son también parecidos.
Si en un grupo de trabajo, de manera habitual, sus integrantes suelen mostrar emociones o estados de ánimo claramente diferentes entre ellos, suele indicar poca unión o poca voluntad de cohesión entre ellos. Esto siempre y cuando sea habitual y recurrente, no en casos excepcionales.
El contacto físico
Esto es más fácil de ver, generalmente, en equipos deportivos. Se ha observado como, desde fuera, la percepción que tenemos de la cohesión y sensación de pertenencia al grupo es mayor en aquellos casos en los que hay más contacto físico y es recurrente entre todos los miembros. Cómo celebran sus éxitos, cómo se saludan, cómo se gestionan a nivel de contacto físico para por ejemplo animarse unos a otros después de una acción no exitosa, etcétera.
El contacto físico recurrente y habitual, además de verse positivo desde fuera, tiene también efectos beneficiosos desde dentro. Las personas estamos programadas, de manera generalizada, para experimentar y sentir positividad cuando experimentamos contacto físico. Al hacerlo, se libera y aumenta el conocido como cuarteto de la felicidad: dopamina, oxitocina, endorfina, dopamina. Y bajan los niveles de cortisol, una hormona relacionada con el estrés.
Además de esto, las personas sentirán como su sensación de conexión y vínculo de las unas con las otras aumenta cuando existe este tipo de contacto físico. También sentirán que tienen más confianza con los demás.
Y, por el mismo efecto, sentirán que no tienen tanta confianza con quien tampoco la tienen para tener contacto físico y viceversa. Por supuesto, hay que tener siempre en cuenta que antes de llegarse a este punto debe existir un período de conocerse y comunicar cuál es la relación con el contacto físico de cada uno, y respetar cualquier relación que pueda tener o quiera tener una persona con el contacto físico con los demás.
El reparto del territorio
La manera cómo las personas nos organizamos en el territorio y nos lo repartimos es todo un sistema de comunicación en sí mismo.
Desde el principio de los tiempos, la humanidad ha tenido tendencia a hacer una defensa acérrima de lo que cree que es suyo a nivel de territorio.
A día de hoy, salvo excepciones, solemos gestionar estos conflictos con palabras y sentido común. Pero fíjate como, a menudo, las personas sueltan toda su ira y enfado en una situación concreta en la que su territorio está o puede estar en peligro: conduciendo. Conducir nos otorga algo parecido a una sensación de protección e impunidad, y gente de normal civilizada y educada suele transformarse en un monstruo al volante. Y prácticamente la totalidad de sus enfados están originados por temas relativos a la invasión de territorio: alguien que le corte, alguien que no le deje pasar, alguien que le roba una plaza de aparcamiento.
Por todo ello, es capital en un entorno cualquiera que las personas sientan que pueden hacer el uso que necesitan del territorio. También es cierto que las personalidades más potentes suelen también ir de la mano de la necesidad o voluntad de hacer un mayor uso del espacio disponible. Esto a priori no debe significar ningún tipo de problema, siempre y cuando no comporte una invasión del territorio de la persona de al lado. O de lo que esa persona cree que es su territorio.
En conclusión, los equipos tienden a optar por hacer un reparto equitativo del territorio, y suele ser un indicativo de positividad y buena convivencia cuando se puede tratar el tema sin abrir ni generar conflicto.
La distancia
También cómo las personas nos relacionamos a nivel de distancia las unas con las otras es un claro indicativo de la relación que tenemos, o queremos tener, los unos con los otros. Existen diferentes tipos de distancia que vamos a ver a continuación.
Distancia íntima
Entre 0 centímetros y medio metro. Es la distancia que dejan entre ellos parejas, familiares o amigos muy cercanos.
Para pararse a hablar por la calle, para andar, para sentarse en un sofá. Es una distancia en la que el contacto físico es continuo y normal, ya que no hay que hacer ningún esfuerzo para alcanzar a tocar a la otra persona. Fíjate que ni tan siquiera la invadimos para saludar a alguien con un apretón de manos, ya que los dos brazos extendidos garantizan un mínimo de distancia.
Puede generar mucha incomodidad que alguien se autoinvite a la distancia íntima de otra persona cuando su presencia no es bienvenida.
Debes asegurarte muy bien de que es buena idea explorar un acercamiento a esta distancia de alguien, o como mínimo estar dispuesto a lidiar con las consecuencias, si las hay.
Distancia personal
Entre medio metro y metro y medio. Esta es la distancia que establecemos con quien ya tenemos una relación, pero no es necesariamente profunda. Amigos no íntimos o compañeros de trabajo, por ejemplo. Sería la distancia que mantienen entre sí tres o cuatro personas que hablan formando un corrillo en el trabajo.
Distancia social
Entre metro y medio y tres metros. La distancia que solemos utilizar con extraños con los que nos toca cohabitar por la razón que sea, o cuando por ejemplo conocemos a un grupo de personas en una fiesta y orbitamos a su alrededor después de que nos hayan presentado.
Distancia pública
Más de tres metros. La distancia mínima de separación para contactos menos íntimos. Para dar una clase o una ponencia, por ejemplo, si el espacio lo permite. También es el mínimo de distancia que dejaríamos con alguien para sentarnos en unos bancos públicos en un parque, en caso de que el espacio sea lo bastante grande.
En conclusión, estos son solo algunos de los aspectos en los que puedes fijarte para tener pistas o indicios de qué relación tienen, o quieren tener, las personas por cómo se relacionan entre sí a nivel de lenguaje no verbal.
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