El pasado miércoles me invitaron al programa «Herrera en la Cope», emitido en la cadena Cope y presentado por Alberto Herrera. En él, hemos estado hablando de lenguaje no verbal y comunicación no consciente.

Hemos visto el impacto que la comunicación no verbal tiene en el comportamiento humano. Tanto en nosotros mismos, como en aquellos que nos rodean. En la mayoría de interacciones, el impacto que las palabras tienen suele ser significativamente inferior al que tienen los gestos, las miradas, las expresiones,…

Hemos hablado de narcisismo. De cómo identificar a aquellos con conductas narcisistas por cómo se expresan a nivel de lenguaje no verbal. Suelen ser personas que, de manera más o menos consciente, intentan ocupar el máximo de espacio posible o, por ejemplo, tomar las posiciones centrales en una mesa o foto grupal. Personas que disfrutan sintiéndose el centro de atención y que tienden a incomodarse cuando no lo son.

Hemos hablado también de la importancia de practicar una escucha empática.

Escuchar es, paradójicamente, una de las cosas más fáciles pero a la vez difíciles en la comunicación. Las personas tenemos que ser conscientes de que aquellos que nos hablan se sentirán mejor si sienten que les estamos escuchando realmente. En este sentido, nuestro cuerpo jugará un papel crucial: debemos poner todo nuestro foco, y nuestra atención en nuestro interlocutor. Hacer por orientarnos a esa persona.

Limitar todos aquellos movimientos o gestos que pueden decirle a la otra persona que nuestro interés real no está en ella: como mirar el móvil, darle vueltas a un bolígrafo, tamborilear con los dedos, etc.

Alberto ha sacado uno de mis temas favoritos: las neuronas espejo. Entre otras muchas cosas, las neuronas espejo son responsables de que adoptemos conductas de imitación que nos hace repetir movimientos, gestos, maneras de hablar (incluso acentos) de aquellas personas a las que de una manera u otra validamos. Son también las que nos llevan en muchas ocasiones a ser capaces de hacer una simulación interna de la emoción que vemos en otra persona.

Algo que puede hacer por ejemplo llevarnos a querer llorar por el mero hecho de estar viendo a dos personas tristes o llorando en una serie de televisión. Por todo ello es necesario tener conciencia de cómo aquella emoción que expresa nuestro cuerpo puede ser contagiada a quien nos rodea.

Hemos hablado por supuesto de las mentiras. Hemos desmentido algunos falsos mitos que difunden erróneamente la creencia de que podemos saber al 100% si una persona está mintiendo o no con base a su lenguaje no verbal. Existen gestos, movimientos, o corporalidad es que pueden darnos pistas de si una persona está mintiendo, pero deberemos siempre tomar en cuenta esta información como indicios, que posteriormente podremos verificar si son ciertas o no.

El tema de las miradas también ha salido a colación. Hemos comentado que vienen a ser como un interruptor que inician y terminan las interacciones entre las personas.

Y, cómo no, he aprovechado para recomendar a toda la audiencia que lleve a cabo el experimento de los cuatro minutos de Arthur Aron. El experimento consiste en mirarse en silencio durante cuatro minutos a los ojos con otra persona. Con independencia de que existiera un vínculo previo o no entre ambos, este experimento suele desembocar en que las personas experimentan una conexión única y no vivida hasta ese momento. Hablé de ello aquí.

También hemos tenido tiempo para hablar de cómo el lenguaje no verbal puede impactar en nuestro estado de ánimo. Las personas tienden a pensar que el cuerpo es un simple reflejo de la mente o de nuestro estado de ánimo. Es decir, si estamos tristes nuestro cuerpo adoptará corporalidad “triste” (posturas cerradas, alicaídas, etc.). Y al revés: si estamos alegres se notará también en nuestro cuerpo. Siendo esto, totalmente verídico, a la inversa es exactamente lo mismo.

Nosotros podemos impactar positivamente en nuestro estado de ánimo, si de manera deliberada adoptamos posturas que nos lleven a ello. Las posturas abiertas y expansivas, con independencia de si las adoptamos nosotros a voluntad o algo o alguien nos hace adoptarlas, tienen un impacto tremendamente positivo en nuestro cerebro y cuerpo. Aumenta la proliferación de dopamina, oxitocina, serotonina y endorfina, conocidas como el cuarteto de la felicidad. Y se regulan los niveles de cortisol, una hormona relacionada con el estrés.

Además, la adopción de estas posturas puede sernos de ayuda en momentos cruciales. Como por ejemplo cuando alguien siente miedo a exponerse en público. Lograran hacernos sentir mejor y rebajar el miedo o ansiedad que podemos estar sintiendo.

Hay además otras medidas que podemos tomar en una situación así: dar pequeños tragos de agua es una de ellas. El cerebro entiende que beber agua es incompatible con la lucha o la huida y rebajar los niveles de alerta. Otras muy buena medida es concentrarse en la respiración: llevar a cabo inspiraciones y espiraciones largas y profundas, antes de salir a hablar en público, entrar a una reunión importante, o tener una conversación igualmente importante con alguien.

Y termino agradeciendo nuevamente a Alberto y a todo su equipo lo fenomenalmente bien que me han tratado. Me han hecho sentir increíblemente cómodo y feliz por el tiempo, trato y dedicación que me han dado. ¡Repetiremos seguro!

Tienes toda la entrevista completa aquí.